Las elecciones regionales
y municipales del 23 de noviembre de 2008 en Venezuela son más que unos
simples comicios
por
James Petras
19 de noviembre de 2008
Las elecciones regionales y municipales que
tendrán lugar el próximo domingo, 23 de noviembre, son las más
polarizadas y decisivas de la historia de Venezuela. Muchas cosas han
cambiado para mejor desde que por primera vez visité el país, hace más
de 40 años, invitado por la Universidad Central. El gobierno de Chávez
ha construido centenares de centros médicos y educativos y los ha
puesto al servicio de las masas empobrecidas, ha reducido enormemente
el desempleo, ha subvencionado los alimentos para los residentes en
barriadas de ranchitos y ha aumentado los niveles de vida del
venezolano de a pie. Igual de importante es que un nuevo partido
político favorable a Chávez, el Partido Socialista Unido de Venezuela
(PSUV), con más de un millón de afiliados, va a someterse este año a su
primera prueba electoral en 23 estados y más de 300 municipalidades.
Tanto las elecciones como sus resultados dejarán constancia de la
respuesta popular a dos versiones conflictivas del pasado reciente,
pues lo que en ellas está en juego es si los esfuerzos positivos del
gobierno para crear el socialismo compensan las deficiencias políticas
y económicas locales o si la oposición que dirigen los capitalistas
pro-usamericanos –con su control de los medios de comunicación y sus
nuevas estrategias “de base”– ha logrado infiltrarse e influenciar al
menos a algunos sectores de las masas chavistas. En efecto, las
elecciones juzgarán la labor de la mayoría de los gobiernos estatales y
locales, ahora controlados por los chavistas, y también el “poder de
atracción” del presidente Chávez. Los resultados tendrán un profundo
impacto sobre la futura dirección política de la transición al
socialismo preconizada por el gobierno, así como sobre las
posibilidades de un futuro referéndum sobre la elección ilimitada del
cargo presidencial.
Pero los resultados electorales tendrán también un impacto importante
sobre las políticas del ahora presidente electo usamericano Barack
Obama. Tanto la victoria como la derrota de los chavistas, si son
contundentes, conducirán a importantes ajustes tácticos y estratégicos
en las políticas de la nueva administración imperial.
Comparación de las
estrategias en las campañas electorales: el gobierno y la oposición
La oposición derechista y favorable a Washington ha cambiado
radicalmente su estrategia electoral en estos comicios. En vez de
dedicarse a insultar al presidente o a lanzar eslóganes ideológicos, se
ha centrado en temas locales, en la ineptitud de los burócratas y en el
defectuoso funcionamiento de los servicios. La oposición y sus medios
afines han lanzado ataques frontales contra las deficiencias en la
recogida de basuras y la acumulación de desperdicios putrefactos en los
vecindarios populares, contra el aumento de la inseguridad personal
debido a la criminalidad, contra la falta de respuesta de algunos
funcionarios ante peticiones individuales y comunitarias, contra la
corrupción y, por encima de todo, contra la inflación, que se ha
disparado hasta un 30%. La oposición ha puesto en sordina los ataques
contra Chávez y sus aplaudidos programas macrosociales: las “misiones”,
las brigadas populares que promueven la alfabetización y los cuidados
sanitarios; los consejos comunitarios, las universidades municipales,
los bancos municipales patrocinados por el gobierno y el acceso al
crédito blando. En vez de criticar los programas, ha criticado su
puesta en práctica por parte de una ineficiente o inadecuada
administración local. Pero, por encima de todo, la oposición ha hecho
lo imposible para evitar la polarización del voto entre los chavistas y
los antichavistas, ya que la popularidad del presidente sobrepasa el
60%.
La campaña dirigida por el PSUV ha utilizado generalmente un enfoque
distinto, haciendo hincapié en los éxitos de la política nacional; en
la reciente nacionalización del acero, del cemento, de empresas
bancarias; en los aumentos salariales de los empleados del sector
público; en el fin de la escasez de alimentos y, más que nada, en los
estrechos lazos existentes entre los candidatos locales y el presidente
Chávez, cuya foto aparece siempre junto a la de ellos en la mayoría de
los carteles electorales.
El sustancial aumento del gasto del gobierno en programas locales, la
finalización de programas de impacto inmediato y la rápida ejecución de
las políticas locales de préstamos públicos a miles de cooperativas de
los ranchitos han incrementado durante las últimas semanas el
porcentaje de intención de voto a favor de los candidatos
gubernamentales. Cada bando ha tratado de explotar las debilidades del
otro y de superar sus problemas internos. El problema clave de la
oposición es su incapacidad de unirse tras un solo candidato en varios
estados y municipalidades, lo cual dividirá el voto de la derecha y
mejorará las posibilidades de una victoria chavista con menos del 50%
del electorado. La derecha no puede contar esta vez con la abstención
masiva de tres millones de chavistas, algo que les permitió ganar el
referéndum de noviembre de 2007 por una mínima diferencia del 1%. Se
espera que las masas chavistas voten como un solo hombre. La elevada
participación favorecerá a los chavistas. La oposición no puede
explotar el esperado impacto negativo de la crisis económica mundial,
la cual, gracias a las reservas acumuladas por el gobierno, todavía no
ha golpeado a los votantes venezolanos. Unas elecciones dentro de un
año sí que podrían afectar adversamente el voto chavista.
En el lado del gobierno, el aumento de la inflación ha deteriorado la
calidad de vida de los pobres. Los aumentos salariales de los sectores
más desfavorecidos no han permitido compensar el alza de los precios.
La criminalidad y los depredadores locales han aumentado la inseguridad
y los programas gubernamentales contra la criminalidad no han sido
eficaces tras su implantación por parte de una policía local y de unos
funcionarios políticos poco estrictos, corruptos o cómplices. La mayor
amenaza para la lista de candidatos chavistas proviene de funcionarios
incompetentes que no han resuelto los “problemas locales”. Una de las
incógnitas más importantes es si los gobernadores y alcaldes chavistas
impopulares saldrán reelegidos por el simple hecho de acompañar al
popular presidente Chávez.
El complejo y
contradictorio contexto nacional e internacional de las elecciones
El contexto político y económico internacional de las elecciones es
complicado, pero en general favorece al gobierno y a los candidatos del
PSUV en el momento actual. La recesión económica mundial y el colapso
financiero están sólo en sus comienzos y, por suerte para el gobierno,
todavía no han perturbado la vida cotidiana de la mayoría de los
votantes. Amortiguada por los 40 mil millones de dólares en reservas de
divisas del país y por el elevado gasto público, la caída del precio
del petróleo venezolano (desde 146 dólares el barril a mediados de 2008
hasta 52 dólares en noviembre) no ha afectado gran cosa los niveles de
vida ni los programas sociales.
Las nuevas y cada vez mayores relaciones económicas, militares y
culturales de Venezuela con China, Rusia e Irán, así como sus mejores
relaciones con la Unión Europea y con los gobiernos de centro derecha y
centro izquierda de América Latina y América Central, han aislado a
Usamérica y han debilitado su campaña diplomática contra el gobierno de
Chávez.
Washington tiene las manos atadas en las guerras de Oriente Próximo y
el sur de Asia y la deriva de su economía ha erosionado tanto su
capacidad económica de presión como sus recursos militares, lo cual le
impide cualquier intervención militar. Según parece, los cómplices del
Pentágono en la Guardia Nacional venezolana y entre los militares son
demasiado débiles para organizar un nuevo golpe de estado y están
incapacitados para llevar a cabo una ofensiva a gran escala sin la
intervención directa usamericana o sin el apoyo del delegado colombiano
de Washington, el presidente Álvaro Uribe, quien, a pesar de sus
avances tácticos contra las guerrillas, se enfrenta ahora con un
recrudecimiento de las movilizaciones populares, en especial entre los
movimientos indígenas y sus aliados y los millones de “inversionistas”
de clase media baja, víctimas de empresas piramidales.
Incluso si el clima internacional es hoy favorable a los chavistas, el
futuro inmediato no lo es tanto. Venezuela acusará el golpe de la caída
de los beneficios provenientes del petróleo y de las recesiones
mundiales; la fuga de capitales, a pesar de los controles, está en
aumento y el capital privado desinvierte o retiene el crédito a pesar
de los cuantiosos incentivos. El gobierno no puede continuar con su
financiación a gran escala de proyectos públicos sociales y económicos
y, al mismo tiempo, subvencionar a los exportadores privados, a la
industria agroalimentaria y, sobre todo, a los importadores de
artículos de lujo.
2009, por necesidad, será el año en que el gobierno deberá tomar
difíciles decisiones de clase. O bien reduce el gasto destinado a los
capitalistas o bien el destinado a los obreros y campesinos. O bien
mete la tijera en los programas sociales o bien la mete en las
subvenciones estatales a las empresas privadas. El enorme pelotón de
(improductivos) funcionarios financiados con dinero público tendrá que
ponerse a trabajar en el sector productivo o serán despedidos. En
cualquier caso, la elite de los negocios, la legión de importadores de
automóviles de prestigio y de artículos de lujo –y quienes los
compran–, se verán adversamente afectados e iniciarán una frenética
confrontación. Cuando el impacto de la recesión mundial afecte a
Venezuela, la polarización de clase explotará y se desbordará fuera de
los cauces institucionales y electorales.
Correlación interna
de fuerzas
El PSUV ha puesto en marcha con cierto éxito una vasta organización
electoral; los sindicatos favorables a Chávez se han visto reforzados y
potenciados en algunos sectores, sobre todo tras la nacionalización de
las industrias básicas. Los programas culturales y sociales chavistas y
sus medios de comunicación han profundizado y extendido la influencia y
el apoyo del gobierno en muchos sectores de las clases pobres urbanas y
rurales. Sin embargo, hay detalles inquietantes: los sindicatos no
representan más del 20% de la fuerza de trabajo. Pocos de los
trabajadores en los sectores contratados e informales están
organizados. La mayoría de los afiliados sindicales se centran en
asuntos salariales, no políticos. Telesur, el canal oficial de
televisión, tiene una audiencia reducida, muy por debajo de la de las
derechistas televisoras privadas. Los periódicos están casi por
completo dominados por la derecha. La mayoría de los militares y el
personal de seguridad todavía apoyan a Chávez, pero hay una fuerte
minoría de la Guardia Nacional, la Policía y el Ejército que está
aliada con los grandes terratenientes, con el entorno de los negocios y
con el Pentágono. Y, por encima de todo, hay un amplio sector de la
población –clase media baja, funcionarios públicos, trabajadores
informales de la pequeña empresa– cuyas lealtades políticas empiezan a
flaquear. Este sector apoya a los candidatos chavistas cuando la
economía va viento en popa, el gasto público aumenta, el crédito barato
se consigue con facilidad, los salarios superan a la inflación y las
importaciones inundan el mercado. Lo que no se sabe es cómo
reaccionarán estos votantes cuanto tales condiciones cambien a peor.
Mucho dependerá de la manera en que el gobierno haga frente a la
recesión mundial y de las medidas internas que adopte. ¿Podrá mantener
y profundizar su avance hacia el socialismo un gobierno que depende del
petróleo o bien la crisis lo forzará a batirse en retirada hacia una
mayor austeridad y un acomodo con el capitalismo, a expensas de las
masas?
Al final, la recesión global terminará por pasar factura a la economía
venezolana y obligará al gobierno de Chávez y al PSUV a tomar la
decisión política más difícil de la siguiente disyuntiva: o bien se
adentra en la socialización de los sectores económicos estratégicos
para canalizar las inversiones hacia la producción interior y el
consumo popular (ésa sería la opción socialista bolivariana) o bien
decide salvar al sector privado transfiriéndole unos recursos públicos
ya escasos (imitando así la solución adoptada por Obama y Wall Street).
No parece que pueda haber una “tercera vía”, pues la posición económica
de centro izquierda de los actuales aliados de Chávez en América Latina
se está desintegrando con celeridad.
Los resultados de las elecciones del 23 de noviembre serán un factor
clave en la dirección futura que tome el gobierno. Un gran avance de la
derecha aumentaría la presión contra las esperanzas de reelección del
presidente Chávez y contra una respuesta socialista a los retos
económicos venideros. Una gran victoria de la izquierda haría más
probable la adopción de una respuesta socialista a la debacle del
capitalismo.
Traducido por Manuel Talens
Título original: The Larger Meaning of the Venezuelan
Elections of November 23, 2008
El sociólogo marxista
usamericano James Petras ha publicado más de 60 libros de economía
política y, en el terreno de la ficción, cuatro colecciones de cuentos.
Es colaborador permanente de Rebelión.
El escritor y traductor Manuel
Talens es miembro de los colectivos de Cubadebate,
Rebelión
y Tlaxcala,
la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se
puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y
mencionar al autor, al traductor y la fuente.