20 años sin Sankara

por Jesús Lens Espinosa de los Monteros
22 de noviembre de 2007

Thomas Sankara



Este año se cumplen 20 desde que Thomas Sankara fuera asesinado en Burkina Faso. ¿Quién fue Sankara? ¿Por qué hay que recordarlo? Este artículo, que publicamos hoy, intenta dar respuesta a esas preguntas.

Quiso la fatalidad que 20 años después de que el Che Guevara fuera ejecutado en Bolivia, uno de los seguidores de algunas de sus teorías, el africano Thomas Sankara, fuese asesinado en su Burkina Faso natal, a tiros, en lo que fue una muerte anunciada, alentada y agradecida por una agresiva política neocolonialista que, todavía hoy, sigue marcando muchas de las decisiones gubernamentales que se toman en África.

Coincide este fatal aniversario con un recrudecimiento de las críticas hacia la política europea en África, especialmente, tras el bochornoso y lamentable acontecimiento del Chad y, ahora, también de Etiopía. Es llamativo que África, en el imaginario europeo, sigue siendo un continente ignoto en que fronteras, pueblos y nacionalidades se confunden en un totum revolutum lejano, abstruso y, generalmente, carente del más mínimo interés.

Por ejemplo, ¿nos suena algo el nombre de Thomas Sankara? ¿Sabemos que Sankara, al asumir la presidencia del entonces llamado Alto Volta, una de las primeras cosas que hizo fue cambiarle el nombre al país? Lo bautizó con el sonoro y llamativo Burkina Faso, que significa el “país de los hombres íntegros”, y no fue por casualidad.

Porque otra constante en la percepción eurocentrista de África es considerar que sus dirigentes son una caterva de corruptos y sinvergüenzas, depredadores de las pocas riquezas que hay en sus países. Sankara, sin embargo, al llegar a la Presidencia de Burkina, vendió los coches suntuarios del gobierno y circulaba con los utilitarios más asequibles del mercado. Se deshizo del avión presidencial y, para acudir a reuniones en el extranjero y a cumbres internacionales, aprovechaba los aviones de otros mandatarios que hacían escala en Ouagadugu, la capital burkinesa.

Sankara, para predicar con el ejemplo, congeló su sueldo mensual, cobrando como presidente lo mismo que cobraba como teniente del ejército, e inició una severa campaña de lucha contra la corrupción, a todos los niveles, con especial énfasis en los funcionarios, que debían dar ejemplo al resto de ciudadanos.

África, para los hombres de negocios europeos, es un modelo desastroso de cómo las economías van a la ruina, y los comerciantes, emprendedores y empresarios apenas tienen posibilidades de crecer y desarrollarse. Sankara, cuando llegó al poder, promovió una africanización de la sociedad que permitiera a los burkineses ganarse la vida a través de los productos agrícolas e industriales propios del país, sin depender de la ayuda externa.

Así, los funcionarios fueron instados a vestir el traje tradicional de Burkina Faso, con tiras de algodón que se tejían de forma artesanal, lo que llevó a muchas mujeres a comenzar a tejer en los patios de las casas, consiguiendo ingresos propios. Pero el gobierno Sankara llegó aún más lejos y, para incentivar la agricultura, prohibió la importación de frutas y verduras.

Unas palabras del propio Sankara: “Estas ayudas alimentarias...que instalan en nuestros espíritus... esos reflejos de mendigo, de asistido, ¡realmente no las queremos más! Hay que producir, producir más, porque es normal que quien nos da de comer también nos dicte su voluntad”.

Sankara, por supuesto, fue un revolucionario. Si de niño fue monaguillo, su formación y estudios fueron marxistas, pero cuando llegó a la presidencia de su país, se rodeó de las personas mejor preparadas de la sociedad burkinesa, con independencia de sus tendencias políticas.

Promovió la construcción de escuelas y dignificó el papel de los maestros, haciendo una notable inversión en educación: abogó por la igualdad de mujeres y hombres, prohibiendo la escisión ritual y la ablación del clítoris a las niñas, fomentó el comercio regional interior con los países limítrofes y una larga serie de disposiciones llamadas a reforzar el orgullo de los ciudadanos de Burkina.

Hizo, en pocas palabras, todo eso que siempre se reclama a los países en vías de desarrollo. Pero Sankara era incómodo. Uno de esos políticos que, además de hablar, actuaban. No era dócil a la ex potencia colonial francesa, no caía bien entre el resto de mandatarios africanos, cuyas conductas parecían verse afeadas por su humildad, no estaba bien visto entre la clase alta burkinesa, a la que no le gustaba vivir con el cinturón apretado. Y, por eso, entre todos le mataron y él solo se murió, asesinado, a través de un golpe de estado ejecutado por un amigo, casi un hermano, que le sucedió en el poder.

Con Sankara murió una manera íntegra y honrada de entender el mundo de la política en los países en vías de desarrollo. Murió un hombre comprometido con el bienestar de su pueblo, que creía en el ser humano y que defendía que, con trabajo y esfuerzo, se podía salir adelante con dignidad.

Thomas Sankara. Una persona que, 20 años después, sigue vivo en el corazón de millones de africanos para los que fue un modelo de dirigente de los que, por desgracia, no abundan. Ni en África ni en ningún país del mundo.
 
Pd 1.- Si os ha gustado esta historia y queréis profundizar un poco más en ella, podéis hacerlo a través de el libro, maravilloso, de Antonio Lozano, "El caso Sankara", editado por la editorial Almuzara y que ganó la primera edición del Premio Ciudad de Carmona de Novela Negra.

Pd 2.- Igualmente y si queréis más información, podéis acceder al Blog Sankara Vive, en que hay textos, documentos, discursos, etc.