La teoría del Imperio niega la lucha de clases

Partido Comunista Marxista-Leninista del Ecuador

Hardt y Negri, ideólogos del Imperio, no han podido definir lo que pasará después de éste su modelo, pues no “tienen” la seguridad como la tenemos los marxistas de que derrocado el capitalismo la humanidad avanzará al socialismo y al comunismo. Esta incertidumbre planteada en su obra El Imperio, no sólo es eso, tiene sin duda una posición antidialéctica que nos plantea el hecho de que la humanidad ha llegado al tope de su desarrollo, que más allá del Imperio no existe nada, que sólo nos queda la posibilidad de resistir al poder de la economía globalizada. Con este punto de vista se obliga a pensar que no hay nada más por conquistar, con lo que la humanidad está destinada a vivir sometida bajo el poder imperial por siempre.

A lo largo de su análisis plantean que el Imperio es un poder sin una ubicación o territorio, es ilimitado, se encuentra en todas partes. Esto conlleva, según ellos, a que las relaciones de explotación en el mundo contemporáneo hayan cambiando.

Con esta visión se pretende situar al Imperio en un Estado etéreo, difuminado en el mundo, con lo que se introduce la idea de la imposiblidad de luchar en contra de éste, pues se trataría de una fuerza supranacional o supraestatal; donde las grandes potencias que sometieron a los países dependientes ya no son más los enemigos de los pueblos. Estas tesis promueven que los trabajadores pierdan de vista a sus reales enemigos. Así ya no tiene razón la lucha contra las burguesías locales, las grandes potencias o los poseedores del gran capital.

Bajo las condiciones del Imperio dicen que la explotación ya no está situada sólo en las fábricas, se expande por todas partes y ocupa todo el terreno social. En este campo, la explotación tampoco tiene lugar determinado, pues las relaciones sociales traspasan incluso las de la producción. Si bien esta última parte es cierta, la explotación es evidente en toda la actividad humana, pero la esencia del sistema capitalista basada en la explotación asalariada no ha variado. El origen de la riqueza de los capitalistas se encuentra en la plusvalía que generan los obreros, aunque ellos digan que en la actualidad las cualidades mismas de las fuerza laboral ya no son evidentes y que tampoco puede cuantificarse la explotación, que la opresión y la dominación ya no son elementos consustanciales de la actividad productiva en este nuevo escenario. Toda esta argumentación no cambia la esencia de explotación del sistema capitalista de producción.

“En otras palabras el Imperio es un no lugar de la producción mundial donde se explota la fuerza laboral”.

El objetivo de toda esta argumentación es ubicar el papel del proletariado en un segundo plano, y más aún negar la necesidad de su lucha en contra de la burguesía local, tal cual lo hacen los teóricos socialdemócratas, que plantean que los obreros ya no tiene un papel fundamental en el proceso de cambio, que su rol ha sido trasladado a los movimientos sociales o la sociedad civil, con la única diferencia de que en el Imperio la explotación está en todas partes y por ello es imposible pelear bajo circunstancias y condiciones específicas. Se niega entonces las condiciones subjetivas y objetivas que pueden producirse en cada país.

Con ello también se borra del mapa el problema de la lucha de clases pues, en esta multitud que se une para derrotar al Imperio se une a la lucha en contra de un ente etéreo, invisible, no determinado ni ubicable, pues en ningún momento se plantea que la lucha es en contra de una determinada clase dominante sino contra un sistema económico global. Se deja de lado las características y necesidades y las luchas reivindicativas y políticas que la clase obrera puede tener en cada país. Pero esta tesis van mucho más allá, están encaminadas a quitar de la mente del proletariado la lucha por asaltar el poder del Estado.