Ideología

Marxismo y Nacionalismo

Por: José Antonio Egido
Comunista vasco y sociólogo

Unicamente los enemigos del marxismo pueden pretender que Marx se desentendió de la cuestión nacional. El hecho de que no tenga una teoría articulada al respecto es una muestra de su genialidad porque lo que cuenta en él son sus principios generales, de completa actualidad. Tampoco tiene una teoría cerrada sobre las clases y nadie duda de que es el pensador genial de la emancipación de la clase obrera. Si hubiese elaborado una teoría nacional cerrada y basada en la coyuntura de su época el tiempo la habría vuelto obsoleta.

En el Manifiesto Comunista, cuyo eje es el rol y la liberación del proletariado, se conjuga lo social y lo nacional y se denuncia la opresión nacional que el capitalismo ejerce para mejor acumular capital. En él escriben Marx y Engels que

"la lucha del proletariado contra la burguesía es primeramente una lucha nacional... Por cuanto el proletariado debe en primer lugar conquistar el poder político, debe elevarse a la condición de clase nacional, constituirse en nación, todavía es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués... En la misma medida en que sea abolida la explotación de un individuo por otro, será abolida la explotación de una nación por otra. Al mismo tiempo que el antagonismo de las clases en el interior de las naciones, desaparecerá la hostilidad de las naciones entre sí".

Los fundadores del socialismo científico señalan con claridad el camino a seguir para acabar con la opresión nacional. Pero además Marx y Engels militaron prácticamente en favor de las naciones oprimidas por el imperialismo.

El escritor comunista Ralph Fox, inglés caído con las Brigadas Internacionales en España en 1936, describe en su libro "Marx, Engels y Lenin sobre Irlanda" los esfuerzos de Marx por denunciar las atrocidades del gobierno inglés contra los presos irlandeses. Hizo que la Iª Internacional llamase a los obreros ingleses y norteamericanos a ayudar a la lucha de los irlandeses por su independencia. Esta tarea llevó a los obreros irlandeses a crear fuertes secciones de la Internacional.

Pero indiscutiblemente el dirigente obrero revolucionario que ha tenido una visión más aguda y certera de la necesidad de acabar con toda forma de opresión nacional y con la ideología chovinista que las clases dominantes inculcan en los trabajadores para hacerles cómplices de sus correrías contra las naciones oprimidas y dividir a la clase obrera ha sido Lenin. Mientras vivía exiliado en Cracovia, antigua capital de Polonia, en 1912, dijo a su camarada Stalin:

"Los polacos detestan a Rusia y no sin razón. No podemos ignorar la fuerza de su sentimiento nacional. Nuestra revolución deberá tratarlos con mucho cuidado e incluso autorizarles a romper con Rusia si es necesario".

Le sugirió e inspiró para escribir un ensayo sobre el problema nacional, lo que hizo y se convirtió en una obra plenamente válida: "La cuestión nacional y el marxismo".

Lenin polemizó constantemente con los revolucionarios de su época que minusvaloraban la cuestión nacional y que se equivocaban en enfocar su solución. En polémica con Rosa Luxemburgo escribió su folleto "Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación", donde mostró con claridad su posición:

"Si queremos entender lo que significa la autodeterminación de las naciones, sin jugar a definiciones jurídicas ni 'inventar' definiciones abstractas, sino examinando las condiciones histórico-económicas de los movimientos nacionales, llegaremos inevitablemente a la conclusión siguiente: por autodeterminación de las naciones se entiende su separación estatal de las colectividades de nacionalidad extraña, se entiende la formación de un Estado nacional independiente".

Lenin defendía que en los estatutos del partido comunista tenía que figurar este derecho entendido como derecho a la independencia estatal y a la formación de un Estado nacional, respetando la voluntad de los pueblos concernidos y apoyando la hegemonía en su interior de la clase más avanzada, es decir la clase obrera..

Una vez realizada la Revolución, Lenin tuvo que volver a defender la aplicación del derecho de autodeterminación frente a dirigentes como Piatakov que lo consideraban un "lema burgués". Les respondió:

"Nos dicen que Rusia será dividida, que se deshará en repúblicas separadas, pero no hay razón para que ello nos asuste. Por muchas repúblicas independientes que haya, no nos asustaremos; lo que es importante para nosotros no es por dónde pase la frontera del Estado sino que la unión de los trabajadores de todas las naciones se conserve para la lucha contra la burguesía de cualquier nación".

La Revolución dió la libertad nacional a Finlandia, a Polonia, a los estados bálticos y caucásicos y los pueblos oprimidos volaron en socorro a la Revolución amenazada por los zaristas y los imperialistas extranjeros. Stalin reconoció que:

"la revolución no habría vencido en Rusia, y Kolchak y Denikin no habrían sido derrotados si el proletariado ruso no hubiese tenido la simpatía y el apoyo de los pueblos oprimidos del antiguo Imperio ruso. Pero para ganar la simpatía y el apoyo de esos pueblos le hizo falta romper antes las cadenas del imperialismo ruso y liberar estos pueblos de la opresión nacional".

La historia demostró que Lenin y el partido bolchevique tenían la razón por razones de principio y de oportunidad política en defender la independencia de los pueblos. Este pensamiento ha hecho que a lo largo del Siglo XX los mejores defensores de la libertad nacional y social de los pueblos oprimidos y de su independencia han sido los comunistas que se han mantenido fieles a Marx, Engels, Lenin y sus camaradas.

Gracias a este pensamiento los comunistas han protagonizado inmensas luchas anticolonialistas y de liberación nacional en todo el Mundo, desde el Mundo Arabe y Musulmán al Extremo Oriente, de la India a Irlanda, de Centroamérica y el Caribe a las colonias africanas en manos de Francia, Portugal, Bélgica, España, Sudáfrica y en el seno de la misma Sudáfrica hasta derrotar al régimen racista.

La Internacional Comunista presionó y consiguió que el Partido Comunista de España asumiese en los años 30 una posición marxista-leninista sobre la cuestión nacional. Es por eso que el PCE defendió, junto a la unidad de las clases oprimidas y explotadas de obreros y campesinos, el derecho de autodeterminación incluyendo el derecho a crear un estado propio de los pueblos de Galicia, Cataluña, Marruecos (en aquel entonces protectorado español) y Euskadi.

Estas posiciones llevaron a la creación del Partido Comunista de Euskadi en 1935 que tuvo a su frente al destacado comunista vasco Jesús Larrañaga (entre otros como La Pasionaria Dolores Ibarruri), abanderado de los derechos nacionales y del derecho de autodeterminación fusilado por el franquismo en 1941. Cuando el dirigente fascista español Calvo Sotelo afirmó en 1936 que prefería una "España roja antes que rota" el camarada Larrañaga le dió una respuesta genial:

"Calvo Sotelo sabe, y ahí tenéis el ejemplo de la URSS, que una España roja será precisamente eso que él detesta: una España rota, es decir, una Federación, una Unión Ibérica de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Ni más ni menos que la Rusia roja, la Rusia soviética que hoy es la Unión de Repúblicas Socialistas, la URSS, en lugar de la 'tradicional' Rusia unitaria del zar. La España trabajadora, victoriosa, roja, es precisamente la España imperialista rota. Y Euskadi libre, y Cataluña libre y Galicia libre".

El vacío ideológico revolucionario dejado por el PCE cuando asume teorías revisionistas como la "reconciliación nacional" y la "vía pacífica al socialismo", y abandona la defensa de la autodeterminación de las naciones oprimidas, fue ocupado en Euskadi por otros que haciendo del marxismo un método de análisis de la realidad se pusieron al frente de la lucha nacional, social, democrática y antifascista. Estamos hablando de Euskadi ta Askatasuna (ETA) que ya desde 1968 asumió una definición marxista con claridad.

Frente a la claudicación que supuso que el PCE asumiese sin condiciones la Constitución monárquica de 1978 que negaba el derecho de autodeterminación, consolidaba la economía de libre mercado y situaba al Ejército en posición de vigilante de la "sagrada unidad de la Patria" (tal y cómo era el deseo de las fuerzas reaccionarias), ETA se vió en la tesitura de o seguir el mismo camino revisionista o el de la lucha por lograr la ruptura democrática y el reconocimiento de derechos nacionales como la autodeterminación, la unidad territorial vasca, la amnistía para los presos, la salida de las fuerzas represivas franquistas y medidas sociales en favor del Pueblo Trabajador.

Un sector muy amplio del Pueblo Vasco ya sabe quién tuvo razón y quién no.

Pero tras años de desencuentro, en los que PCE-Izquierda Unida asume y defiende la lógica del Estado capitalista e imperialista español (su líder Anguita aplaudió el cierre del diario Egin en junio del 98, las "leyes antiterroristas" que facilitaban la tortura en los numerosos días de incomunicación policial fueron siempre apoyadas por el PCE, los pactos "antiterroristas" de defensa del Estado también), vuelve a haber un punto de acuerdo con la firma de la declaración de Lizarra-Estella por parte de IU. Declaración democrática que sitúa al conflicto vasco como un conflicto político que se resolverá cuando la voluntad popular vasca sea respetada.

En cualquier caso, frente a la acusación de los imperialistas españoles a ETA de practicar un nacionalismo chovinista y excluyente, ahí está el ejemplo heroíco de Pakito Arriaran, militante de ETA que dió su vida por la libertad de la Revolución Salvadoreña, gesto internacionalista que muestra con claridad la orientación ideológica de esta organización.