Los años duros, de Jesús Díaz

Por: Lisandro Otero

La Segunda Guerra Mundial tuvo una consecuencia inesperada. Comenzó como un conflicto destinado a dirimir las contradicciones entre las grandes potencias, entre los países industrializados con un alto nivel de vida que concurrían en un mismo mercado mundial. Era una querella en casa de los amos. Lo inesperado ocurrió cuando los siervos tomaron conciencia de su servidumbre.

Al terminar la guerra, vino la conferencia de Bandung y a ella siguieron numerosos encuentros entre los países que proporcionaban la materia prima del esplendor industrial a cambio de la miseria nacional. A partir de ahí comenzó a definirse lo que ha dado en llamarse «tercer mundo», subdesarrollo o pueblos coloniales.

Las luchas políticas y económicas son cosa extensa y materia de otra reflexión. El último eslabón, el más importante, el de la culminación de la madurez, lo tuvimos recientemente en La Habana con la Conferencia Tricontinental.

Hasta ahora la inteligencia de los países africanos, por citar un ejemplo, se formaba en París o en Londres y al retornar a sus casas remedaba a sus amos en grotescas caricaturas. Eran negros que querían ser blancos, indios con amaneramientros, asiáticos con remilgos de gran salón. En suma, el provincianismo. Esa actitud ha subsistido hasta ahora. Hay mucho intelectual que adopta la casaca francesa en medio de la aplastante realidad latinoamericana.

Este mundo nuevo, el de los pueblos de Asia, África y América Latina, ha trascendido la conciencia de su ser y ahora aspira a construir una imagen de sí mismo. Para hacer esa imagen anda buscando un estilo de expresión. Frantz Fanon ha señalado el camino correcto. Primero hay que rechazar totalmente el estilo de los amos. Después hay que creear una especie de terrorismo intelectual de los desnutridos que persiga a los satisfechos, a los opulentos, a los indios con levita. Hay que lograr que el indio sea indio y se exprese en indio. He pensado en esto leyendo el libro Los años duros, de Jesús Díaz, Premio Casa de las Américas 1966. El tema es la revolución cubana desde los años insurreccionales hasta la lucha contra las bandas del Escambray. El libro está escrito con frases breves, restallantes, enérgicas, con una violencia en el estilo que responde a la violencia de la temática. Parece haber sido hecho con un chirriar de dientes sostenido mientras se cerraba un puño con fuerza. Es un libro escrito con odio y con amor, con un amor entusiasta hacia la vida. es un libro apasionado, un torbellino, una catarsis.

El primer libro de cuentos, «Muy al principio», habla de los estudiantes en la revolución. Es la mejor parte del libro. Están muy vivos la romántica incongruencia de las acciones juveniles y su hermosa animalidad primitiva.

Los cuatro cuentos siguientes se refieren a los esbirros en fuga a la caída de la tiranía, al corte de caña, a las prácticas de milicias. En ellos, sobre todo en los dos últimos de esta sección intermedia, hay una poderosa capacidad de observación y anotación que define la condición humana en el contexto cubano. Esos cuentos son Cuba, hoy, nuestros hombres de aquí y ahora.

Por momentos predomina lo oscuramente poético que indica las influencias de Rulfo y Faulkner. Hay ciertas elipsis que contribuyen a una estructura de omisiones y entreveramientos. La realidad se nos entrega por facetas, por fragmentos y hay que componer con él un fascinante rompecabezas. El último grupo de cuentos, «No matarás», es el más deficiente del conjunto. Aquí se hace visible el peligro que entraña la violencia como estilo y como temática: el exceso. La gratuidad de ciertas situaciones puede poner en precario el conjunto, hacer dudar de la verdad de lo que se nos dice. No obstante hay en él situaciones bellamente resueltas como las que nos presentan el choque de una acción demasiado agresiva sobre la compasiva virilidad de un joven miliciano.

Los años duros está escrito en un lenguaje lacónico, agresivo, que es un excelente vehículo a lo que se quiere decir en la forma en que se debe decir. Hay en Jesús Díaz un talento genuinamente literario porque en su obra se parte de lo ideológico para darle un revestimiento corpóreo y concreto al pensar, para darle carne y sangre a un hecho político. No expone teorías, muestra hombres. He aquí una respuesta a los que desean que la buena literatura y el socialismo no sean términos dispares y distanciados.

Es precisamente esta violencia la que puede entregarnos ese estilo anhelado para la expresión del subdesarrollo. Es literatura de combate en el sentido en que Fanon la nombrara, porque es la literatura que convoca a un pueblo a la lucha por la existencia nacional, por la toma de conciencia de los denominadores comunes de los hombres dentro de un contexto social, porque es voluntad temporalizada.

Solamente la ira del oprimido puede entregarnos una manera de decir las cosas. Dejemos a la civilización cristiano-occidental-europea la tarea de inventar nuevos nombres a las cosas viejas, Para nosotros todo está por decir, y hay que decirlo con violencia. Este es el libro de la violencia cubana.

Reseña publicada en la revista Casa de las Américas. Año VI. No. 38. Septiembre-octubre 1966. La Habana, Cuba.


Jesús Díaz
Narrador, periodista, realizador cinematográfico.
(1941-2002)

Jesús Díaz fue un activo intelectual revolucionario en las décadas de los 60 a los 80 en Cuba. Estudió la primaria y el bachillerato en La Habana. Desde su época estudiantil se incorporó a las actividades políticas. En 1961 participó en la lucha contra bandidos en la Sierra del Escambray (Las Villas). Fue alumno de política internacional en un curso auspiciado por el Ministerio de Relaciones Exteriores (1961-1962). Es movilizado durante la crisis de Octubre (1962) y destinado a una batería antiaérea. Laboró en la sección de América Latina del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (1962) y perteneció al Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana (1963-1971). Dirigió la plana cultural de Juventud Rebelde (1965-1966) y El Caimán Barbudo durante su primera época (1966-1967). Basado en uno de los cuentos de Los años duros realizó su obra teatral Unos hombres y otros, estrenada en ese mismo año. Fue miembro del consejo de redacción de Pensamiento Crítico (1967-1971).

En 1967 participó en los actos conmemorativos del 50 aniversario de la Revolución de Octubre, invitado por la Unión de Escritores Soviéticos. En 1968 asistió al Congreso Cultural de La Habana. Ingresó en el Partido Comunista de Cuba este último año. Ha viajado a Puerto Rico, Canadá y Chile (1971), en donde asistió a la toma de posesión del presidente Salvador Allende. Ha colaborado en Casa de las Américas, Bohemia, OCLAE, La Rosa Blindada (Argentina), Partisans, Les Lettres Françaises (Francia). Colaboró en el texto y el guión de los documentales fílmicos de largo metraje Viva la República y Puerto Rico, y confeccionó el argumento y el guión del filme de ficción Uds. tienen la palabra. Entre su obra cinematográfica se encuentran las películas Polvo Rojo y varios documentales realizados en Cuba. Fue profesor de la Academia de Cine de Berlín, de la Escuela de Letras de Madrid y del programa "Sources" para el desarrollo del guión de cine en Europa.

En 1966 recibió el premio de cuento en el Concurso Casa de las Américas por Los años duros, traducido al francés y al ruso.

Aunque su obra literaria y cinematográfica resulta desigual, tienen un significativo valor para la narrativa cubana los cuentos de Los años duros (1966) y la novela Las iniciales de la tierra (1987).

En sus últimos años, se convirtió en un activo colaborador de la maquinaria propagandística contra Cuba a través de la revista Encuentro de la Cultura Cubana, sostenida con fondos del gobierno norteamericano.

¿Cuál era la posición política de Jesús Díaz mientras vivió en Cuba? En su libro Cuba, Jacobo Timerman lo califica de "Stalinista", así como de ser "el escritor que mejor expresa la línea del partido". Jesús Díaz fue secretario del núcleo del Partido Comunista Cubano en el ICAIC.