Para no tomar el nombre del fascismo en vano

El fascismo es algo muy serio. Muy peligroso. Muy mortífero. Ha sembrado el siglo XX de millones y millones de muertos, de esclavizados, de torturados. Un demócrata no debe nunca tomar su nombre en vano. No debe usar su feroz nombre para designar fenómenos, por terribles que sean, que no respondan a su muy específica naturaleza. Equivocar el diagnóstico de una enfermedad imposibilita curarla y, muchas veces, la agrava.

Cuando llamamos fascista a un régimen, hablamos de un régimen capitalista de excepción que el Capital utiliza cuando, para recuperar su tasa de ganancia, antes de aumentar la explotación económica del proletariado y para poder hacerlo impunemente, tiene que destruir los instrumentos (partidos, sindicatos, periódicos, organizaciones de masas, etc.) que la clase obrera trabajosamente ha construido para su defensa.

Ese es el código genético del fascismo. Esas son las funciones, las tareas, los objetivos genético-estructurales del fascismo. Todo el movimiento real generador del fascismo está encaminado por ese su ADN a la consecución del objetivo instrumental de la destrucción de las herramientas forjadas por la clase obrera para defenderse contra la explotación: sindicatos, partidos obreros. Para que esa destrucción garantice la consecución del objetivo principal: aumentar la explotación. Objetivo principal: aumentar la explotación sin resistencia en época de crisis.

Objetivo instrumental: destruir los sindicatos y partidos obreros que podrían generar resistencia a la explotación redoblada.

Cómo es un proceso de fascistización

El mejor análisis del fascismo sigue siendo el genial que realizó Trotski precisamente mientras combatía ideológica y políticamente desde su destierro en Prinkipo el ascenso nazi en Alemania a través de artículos y folletos. Artículos y folletos de los que hay una preciosa edición en español (León Trotski: La lucha contra el fascismo. El proletariado y la revolución).

Nos vamos aquí a limitar a transcribir el PROCESO DE FASCISTIZACION tal y como lo describe Manuel Pastor (en su "Ensayo sobre la dictadura. Bonapartismo y fascismo") a partir de "las aportaciones de Trotski, especialmente de sus últimos años". Manuel Pastor afirma que se puede, así, "describir el proceso de fascistización, con los siguientes datos:

1. Crisis de la sociedad capitalista.

2. Radicalización de la clase trabajadora.

3. Actitud de simpatía hacia la misma de la pequeña burguesía, urbana y rural, por efecto de la crisis económica.

4. Confusión extrema de la alta burguesía y maniobras de ésta para detener el ascenso de la radicalización.

5. Cansancio del proletariado, por falta de una dirección adecuada, lo que origina una progresiva confusión e indiferencia.

6. Agravación de la crisis social (inflación, desempleo, subida de precios...)

7. Desesperación de la pequeña burguesía, que engendra una psicosis colectiva (creencia en los milagros "salvadores"...)

8. Hostilidad creciente de la pequeña burguesía hacia el proletariado y miedo a la propia proletarización, lo cual deriva hacia recursos y explosiones violentas.

9. Formación de los grupos y partidos fascistas con elementos pequeño burgueses, proletariado marginal y lumpen-proletariado.

10. Golpe de Estado o victoria electoral forzada de los partidos fascistas, con el apoyo de la alta burguesía monopolista.

Como se puede deducir de la exposición del ciclo o proceso, la condición previa para que el fascismo llegue al poder es la derrota o frustración del movimiento revolucionario de la clase trabajadora."

Nicos Poulantzas nos ha advertido sobre el concepto en su libro "Fascismo y dictadura. La III Internacional frente al fascismo".

Decía Poulantzas que:

"Los comienzos del proceso de fascistización presuponen una serie característica de derrotas de la clase obrera: los comienzos de este proceso son como el día siguiente de esa serie de derrotas que le abren precisamente el camino...

...una derrota no significa forzosamente derrota abierta en una situación de guerra civil declarada: una derrota puede igualmente significar una batalla no entablada en el momento propicio.

Advirtamos además que el problema no está, a decir verdad, en saber si se ha tratado, en todos los virajes, de situaciones objetivamente revolucionarias en sentido estricto, porque es posible interrogarse en este sentido sobre 1920 en Italia y sobre 1923 en Alemania. Lo cierto es que se ha tratado en estos dos últimos casos, y de todos modos, de un fracaso característico de la clase obrera en alcanzar los objetivos políticos impuestos por, y posibles en, una situación de crisis abierta. Hasta tal punto es cierto que una derrota de la clase obrera no puede medirse simplemente porque haya fracasado en su propósito de tomar el poder del Estado -"en hacer la revolución"-, posibilidad que probablemente no existió o no existía ya en los dos últimos casos, sino igualmente porque no haya sabido imponer, en una crisis declarada, objetivos políticos "posibles" -que no llegan eventualmente hasta una toma del poder de Estado- implícitos en una estrategia a largo plazo".

La definición del fascismo como castigo la había hecho ya en junio de 1933 ante la III Internacional Clara Zetkin diciendo:

"El fascismo no es en absoluto la venganza de la burguesía contra el proletariado que se insurrecciona de manera combativa. Considerado desde el punto de vista histórico y objetivo, el fascismo sobreviene mucho más como un castigo porque el proletariado no ha sabido proseguir la revolución..."

Recuérdese la lúcida sentencia de Gramsci: "los fascistas han podido desarrollar su actividad únicamente porque decenas de millares de funcionarios del Estado -sobre todo en los cuerpos de seguridad nacional y de la magistratura- han sido sus cómplices morales y materiales".

El capitalismo decadente que nosotros padecemos ha incrementado hasta niveles difícilmente concebibles la típica falsificación, la típica mistificación capitalista de la realidad. De hecho, las Nuevas Tecnologías de la Información (la informática, la telemática, Internet, los multimedia, etc.) están convirtiendo la falsificación de la realidad en la PRIMERA INDUSTRIA capitalista.

La falsificación del fenómeno del fascismo es un ejemplo de esto. La ocultación del carácter esencial del fascismo (ser UNA de las formas del Estado capitalista, una forma de excepción para recuperar tasa de ganancia) ha sido una vasta operación estratégica del capitalismo mundial en la que han colaborado y colaboran legiones de académicos y publicistas.

Y son demasiados los bobos (o los cómplices) que sostienen que un régimen no es fascista si no ostenta el carnaval de las camisas de color (negro, pardo, azul) y los uniformes de guardarropía, los desfiles marciales de masas, el culto al deporte, el machismo, la exaltación de la maternidad, la histeria ante el líder, el saludo romano, el racismo declarado, la retórica grandilocuente sobre la grandeza de la Patria y de la propia raza... y los demás rasgos FORMALES EXTERNOS de los regímenes alemán e italiano de los años 30 de este siglo.

Pero el genio de Marx nos puede servir de antídoto frente a esa intoxicación deformativa más que informativa. Muchas veces, por ejemplo en El 18 Brumario de Luis Bonaparte", Marx nos alertó de que: "Y así como en la vida privada se distingue entre lo que un hombre piensa y dice de sí mismo y lo que realmente es y hace, en las luchas históricas hay que distinguir todavía más entre las frases y las pretensiones de los partidos y su naturaleza real y sus intereses reales, ENTRE LO QUE SE IMAGINAN SER Y LO QUE EN REALIDAD SON".