Manifiesto para la Corriente Internacional Leninista

Primera Parte

1. La Historia

El destino de la humanidad depende de su historia. Hasta hoy, esta historia no ha tenido ni una dirección linear ni una finalidad. Hasta la revolución rusa, las transformaciones incesantes, a menudo catastróficas, han afectado solamente la forma del sistema social, pero no su contenido.

Desde el momento en el cual la propiedad privada había sustituido la vida comunitaria basada en la propiedad colectiva de los medios de producción -lo que hizo posible disfrutar del producto del trabajo, desde ese momento todos los sistemas sociales han tenido un fundamento común: la división del pueblo en dos clases opuestas y la explotación de una clase por la otra. Así había, por un lado, los ricos y ociosos propietarios de la tierra y de la industria, por otro lado, los que no tenían propiedad, encadenados como esclavos al trabajo para sostenerse. Esa división motivó la lucha de clase.

Las clases dominantes respondieron a sangre y fuego a las rebeliones para la justicia del pueblo explotado y oprimido, y crearon así un mecanismo de represión y de violencia siempre más complejo y todo poderoso. Los aparatos opresivos y complejos, llamados „estados“, surgieron de las primeras bandas armadas que se constituyeron para la defensa de los privilegios que tenía la clase gobernante.

Pero no bastaba con esto con someterse al orden social: era preciso utilizar todas las medidas posibles, así sometieron la cultura, la religión, la ciencia, que no son instrumentos neutrales pero instrumentos para perpetuar la opresión de clase.

Los seres humanos no nacen ni buenos ni malos, ni violentos ni pacíficos. Su formación se basa en el ambiente social. Siglos de barbaridad, de injusticia y de lucha inconsciente han producido un ser despreciable desde el punto de vista antropológico. Es un ser que solamente por una catarsis revolucionaria puede deshacerse de su inhumanidad. La historia no tiene su propia finalidad. Sólo los hombres pueden fijarle un destino. La única finalidad que merece ser conseguida es el comunismo, la refundación de la civilización que se basa en la comunidad, la solidaridad y el colectivismo.

2. El capitalismo

Con el inicio del siglo XXI, el capitalismo cumplirá un millar de años, considerando sus orígenes en la Italia medieval. Con el principio del capitalismo - una aparición después de un proceso cruel de transición y de acumulación primitiva durante varios siglos que los pueblos pagaban con sufrimientos sin precedencia - con ese principio la humanidad conoció cambios profundísimos y aparentemente irreversibles en los más diversos sectores.

Gracias al uso social de la ciencia, a la industrialización en gran escala, a la mecanización de la agricultura y la creación de una red mundial de transportes y de comunicación, el capitalismo ha producido un sistema productivo tan fuerte que, por fin, se podrían satisfacer las necesidades básicas de la humanidad (comer, vestirse, cuidar la salud, vivir en un piso cómodo), tanto como una serie de otras necesidades no menos importantes (descansar, leer, escribir, viajar, aprender, ejercicios físicos, participar en la vida política).

No obstante, el carácter antagonista del modo de producción capitalista - la contradicción entre el creciente desarrollo social e internacional de la producción por un lado y la concentración de la propiedad y/o del control de los medios de producción en manos de una oligarquía más y más pequeña - ese carácter, hoy más que nunca, amenaza el futuro de la humanidad. Si lo consideramos desde un punto de vista mundial, se reconoce fácilmente que sólo una minoría del género humano disfruta de las „ventajas“ de la producción capitalista. Es la minoría que vive en los países más „desarrollados“.

Pero mientras tres quintos de la población mundial vive en la más triste miseria y frecuentemente no satisface sus propias necesidades primarias.

Pero la riqueza de esa clase capitalista y de su alrededor corresponde a la explotación enorme de la masa de la población, y en su núcleo, el proletariado industrial en todo el mundo. Es una clase totalmente nueva, absolutamente desposeida de los medios de producción, no tiene nada más que su fuerza de trabajo. El proletariado es una clase muy concentrada y homogénea, como nunca se ha visto antes en la historia. En cuanto a su presencia en las fábricas gigantes, pero también en cuanto a sus intereses sociales.

Para ganar, su lucha necesita la colectividad y la solidaridad, en su tendencia de toda la clase, una clase en la cual no existe ninguna diferencia de propiedad. La lucha obrera tiene la tendencia a generalizarse y de internacionalizarse. Como el capitalismo crea, por necesidad, al proletariado, no sólo produce a su sepulturero, sino también, por primera vez en la historia humana, a una clase que se muestra capaz de terminar la explotación y opresión de una clase contra otra.

El capitalismo crea una clase que puede entender la totalidad del desarrollo y de la función social, sus leyes internas por su posición dentro del proceso de producción. Por eso, puede subordinar los medios de producción al control consciente de los productores, al expropiar a los capitalistas, y así abrir el camino hacia un desarrollo planificado de la sociedad.

3. El imperialismo

Las razones para la desigualdad entre los países „desarrollados“ y el „Tercer Mundo“, que siguen creciendo, tienen sus orígenes en el capitalismo moderno y el proceso de su desarrollo colonial. El prodigioso crecimiento del occidente era posible gracias a dos factores principales: a la explotación sin precedentes del proletariado occidental y al saqueo sistemático de las colonias. En el octubre de 1995, la OCDE (??????????) misma reconoció el inmenso flujo de reservas materiales del Sur hacia el Norte del mundo - el elemento característico de la Época imperialista.

Ahora los países imperialistas disponen del más alto porcentaje del PIB (Producto Interno Bruto) mundial, mientras que esa posición perteneció en 1820 a China e India, con un 28,7% y 16% respectivamente del mundo.

Si el imperialismo perdiese su principal fuente de riqueza, sería condenado a derrumbarse. Es verdad que durante este siglo una capa importante del proletariado occidental ha sido capaz de mejorar su situación económica y así obtener privilegios inimaginables antes. Es un hecho que se basa en la intensificación del saqueo de bienes de los países del „Tercer Mundo“. Lenin no se limitó a una análisis economista del imperialismo.

Directamente entendió las implicaciones políticas radicales: „...el capitalismo se ha transformado en un sistema mundial de opresión colonial, de estrangulación financiera de la gran mayoría de la población del planeta por un puñado de países ‘avanzados’ „. Lenin concluyó que la lucha de liberación de estos pueblos oprimidos tendría una posición principal en la arena mundial, que esta lucha tendría que vincularse a la revolución proletaria mundial, que esta lucha de liberación abriría el camino hacía el socialismo sin esperar el derribo del capitalismo en el occidente.

El imperialismo había cambiado fundamentalmente el problema de la transición: los últimos en llegar al capitalismo fueron obligados a una ruptura como primeros. Desde entonces, no hay lucha anticapitalista en el occidente que no es inmediatamente antiimperialista, así como no puede haber lucha antiimperialista en los países atrasados si no es anticapitalista desde los inicios.

Las últimas décadas han confirmado plenamente el análisis leninista. El „subdesarrollo“ actual de los pueblos colonizados, causado por el robo imperialista, es la razón principal de las tensiones que hacen temblar el sistema capitalista mundial en el presente. Mientras que el poder sobre la economía queda en las manos de las multinacionales, no habrá ninguna salida para estos pueblos: su subdesarrollo, el abismo que los separa de los países más desarrollados, crecerá más y más.

Los poderes occidentales, conscientes del riesgo de un colapso generalizado de su sistema de dominación, dan una respuesta por armarse hasta los dientes, usando y potenciando sus máquinas de opresión. Lo hacen como tentativa desesperada de seguir manteniendo su supremacía mundial. Y lo que las potencias occidentales están exportando es sobre todo... la guerra. Dónde no conviene imponer sus proprios mercenarios, se aprovechan del ejercito y de los gobiernos locales. Estos conflictos armados han llegado a los muros de los fuertes occidentales, y podrían extenderse hasta romperse.

Esto será nada más que el fin del „nuevo orden mundial“ que ya está en declino. No se excluye que, desde este perspectiva, los poderes imperialistas decidirán de despedazarse en una nueva guerra mundial.

Un sistema que no es capaz de satisfacer las necesidades principales de la mayoría de la humanidad, sino que la empobreze cada vez más, tiene que ser borrado a pesar de toda la resistencia que oponga. La reconstrucción de la civilización sobre nuevos fundamentos es un interés común, tanto de las masas de los países pobres como del proletariado de los países avanzados. El proceso de enriquecimiento de la clase obrera occidental, que la ha aburguesado y por tanto paralizado, ha terminado.

Desde la segunda mitad de los años 70, la burguesía occidental empezó a recoger del proletariado lo que le había dado para calmar sus luchas y para paralizar su conciencia de clase. La destrucción permanente de las condiciones económicas de una parte creciente de los obreros se añade a la degeneración generalizada de las sociedades burguesas „avanzadas“. Así, el desarrollo de las fuerzas productivas materiales corresponde a un descenso permanente desde los puntos de vista social y civil.

Este descenso ya ha llevado a la destrucción irreversible de su habitat natural y avanza a los sectores sociales más diversos. Eso significa corrupción, egoísmo, individualismo, criminalidad, mafia, droga, analfabetismo y nuevas epidemias. El capitalismo aumenta esos factores auto-destructivos que se acumularon en el curso de la historia. Son factores que no amenazan sólo el fundamento de la civilización, sino que también conduce al enajenamiento del mismo hombre.

4. Hacia la catástrofe

La economía mundial, las fuerzas productivas - y con éstas los pueblos y las naciones - se hallan actualmente en el poder de pocos grupos hiper-capitalistas, sometiéndola a una constante especulación financiera. Estos no tienen fábricas ni tierra, pero tienen dinero acumulado que supera incluso el PIB de los países imperialistas. Este dinero debe producir super-beneficios lo más pronto posible.

Se mueve de una parte del planeta a otro y de un sector a otro con la rapidez de la telecomunicación, sin ser afectado por las fronteras nacionales, por la política de los gobiernos ni por los tratados internacionales. Los estados, los gobiernos y las propias empresas internacionales están lejos de controlar esa masa de capital que fluye y quedan sometidos a sus leyes y a su tiempo de circulación. El neoliberalismo no es otra cosa que la capitulación frente a este mega-capitalismo en su busca absurda de los super-ganancias.

El desastre financiero, las devaluaciones de bolsas y bancos en la ultima década no es nada más que un señal tímido de lo que podrá pasar en el futuro. Si los gobiernos no equilibran las consecuencias causadas por el monstruo neoliberal, para así garantizar la continuación del sistema, no habrá futuro sino una catástrofe mundial inevitable. Las partes más débiles del sistema capitalista explotarán. Enteras naciones del „Tercer Mundo“ se quebrarán y causarán así una reacción en cadena de colapsos, de insurrecciones populares y de revoluciones.

La onda afectaría a los poderes occidentales y haría estallar la ilusión de la prosperidad - la base de la paz social - que, durante un cierto tiempo, ha corrompido el proletariado. La época que ocurre se caracteriza por la “libanisación” del planeta. Tiende a crecer el abismo entre la dominación imperialista por un lado, que hoy es más fuerte que nunca, y su incapacidad de gobernar el caos mundial, producido por sus propias contradicciones por otro lado.

El desarrollo permanente de las fuerzas productivas capitalistas no es solamente incapaz de compensar el desequilibrio mundial, sino, al contrario, lo profundizan. Provoca una tendencia - ya existente desde hace 20 años - de terzermundización de los países capitalistas avanzados. Eso se manifiesta de muchas maneras:

1. aumenta la voluntad de la burguesía de cometer crímenes,

2. se extienden las regiones desindustrializadas y en crisis económica, en el mismo occidente,

3. aumenta la desertización del campo y disminuye su fertilidad,

4. se profundiza el estado de devastación y de degradación de las periferias de las metrópolis,

5. la migración del Sur hacia el Norte y del Este hacia el Oeste se halla fuera de cualquier control político estatal,

6. se reducen las instituciones sociales y médicas que han protegido a los marginados y los que están excluidos del proceso productivo

7. disminuye el número de trabajadores industriales, pero crece la intensidad de su explotación, mientras que los salarios y el nivel de vida - después de crecer continuamente durante 40 años - están destinados a caer,

8. la tendencia de lumpenización social corresponde al creciente parasitismo de una nueva pequeña burguesía conservadora. Esa es el apoyo principal de los gobiernos imperialistas y amenaza aun más con su potencia neofascista,

9. se fortalece el proceso de bonapartización de la democracia parlamentaria del occidente tanto como la militarización de la sociedad y se intensifica el aspecto puramente policial de los estados,

10. se acentuará el aspecto puramente represivo del comando imperialista con la transformación de la OTAN al perro guardián del fuerte imperialista.

El capitalismo ya se ha convertido en un peso sobre los hombros de la humanidad. Si ésta no logra liberarse de él, morirá bajo este peso.

El derribo del modo de producción capitalista no está ni cerca ni lejos. Está en curso. No es un solo acontecimiento, sino un largo y tortuoso proceso, una sucesión de acontecimientos y golpes que demuestran abiertamente la decadencia del capitalismo. Llevarán a su descomposición, o sea que el proletariado sea capaz de enterrarlo por medio de la revolución mundial, o que se pudra sin que su entierro se haya organizado.

El descenso del capitalismo precede también de la caída continua de la cuota del lucro, una caída causada por el crecimiento de las fuerzas productivas y de la composición orgánica del capital. Y el descenso de cualquier formación social, basada en una división de clases, siempre finaliza con el derribo de está. El sistema capitalista no puede escapar de esa ley histórica. Aun cuando la revolución proletaria mundial no se desarrollase, el sistema burgués puede derribarse porque no tiene salida.

Estamos viviendo una época en la cual el capitalismo ya ha pasado el clímax de su desarrollo máximo, en el marco de su condiciones de producción. Ese clímax es la semi-automatización del proceso de producción. Más allá de la semi-automatización, el capitalismo sólo puede derribarse. En otras palabras - eso significa que el derribo comienza, conduciendo o al derribo de las dos clases opuestas que luchan una contra otra, o a una nueva época de la revolución proletaria.

En ese proceso, la revolución proletaria llega a ser un acto necesario para evitar que la tendencia hacia el crollo capitalista lleve consigo también la disolución misma de todas las posibilidades para el socialismo.

5. Para el comunismo

¿Es posible evitar esta catástrofe? Sería necesario en tiempo breve, arrancar el poder sobre la economía mundial de manos de grupos imperialistas instalando un gobierno mundial que reorganize las fuerzas productivas y el trabajo social sobre la base de un plan de desarrollo opuesto al actual. Desgraciadamente, el proletariado, la única clase que tiene la fuerza y el interés de cumplir un cambio así, hoy día no está preparado a cumplir con su deber. Pero si no se logra cumplir este deber revolucionario para evitar la catástrofe a tiempo, será una catástrofe que bloqueará el camino hacia la revolución.

Sólo cuando dos condiciones preliminares habrán madurado, los comunistas podrán cumplir su tarea suprema de dar una dirección al proceso revolucionario. La primera condición obvia es la existencia misma de un movimiento revolucionario de masas. La segunda es que exista una fuerte internacional proletaria que al menos tenga una fuerte influencia de masas en algunos países.

Hoy, todo esto parece una quimera lejana: las vastas masas explotadas están paralizadas, y cuando entran en acción, no lo hacen para vencer el sistema capitalista, sino únicamente para lograr ventajas ilusorias, mientras el movimiento comunista es muy débil. Pues, en la tormenta mundial las masas proletarias se endurecerán, perderán su esperanza en el capitalismo, se verán obligados a meterse en la batalla final y se confrontarán con la necesidad de reconstruir la sociedad sobre nuevas bases, tomando en sus manos el futuro de la civilización.

Al levantar finalmente la cabeza, el proletariado no puede hacer más que usarla. A pesar de que fracasaran todos los intentos hasta ahora incompletos por construir una sociedad socialista, no cabe duda que el comunismo una vez más será el objetivo de la lucha del proletariado internacional. Hay un doble origen para este hecho: el comunismo no es solamente un ideal muy fuerte. Sino a la vez es un modelo social cuyos gérmenes ya se encuentran en las contradicciones de la sociedad capitalista. Los desarrolla por la lucha de clase para vencer el sistema capitalista, llegando a una nueva sociedad.

Así, el comunismo representa al mismo tiempo una alternativa progresiva al capitalismo, posible desde el punto de vista racional. No hay nada más elemental que la idea de arrancar los medios de producción de las manos de los capitalistas para darlos a los trabajadores organizados, y así permitir al menos una distribución igual de los bienes y de la riqueza, que ya no se basa en el criterio ni de la propiedad ni de la pertinencia de clase, sino en la participación efectiva en la producción.

Con esta certeza, debemos prepararnos a resolver el problema más importante: la crisis del movimiento comunista, su incapacidad y impreparación teórica y práctica. No saldremos de esta crisis sin comprender su origen, sus causas, su naturaleza orgánica. La crisis del movimiento comunista es la expresión particular de la crisis del movimiento obrero en general, un movimiento que perdió el motor de su lucha, la perspectiva del socialismo. Al mismo tiempo, las contradicciones de clase son la llave para resolver esa crisis: El proletariado será forzado a luchar.

La expresión más alta de esas luchas será una vanguardia comunista y que representará todo el movimiento y sus intereses históricas, y que será capaz de relacionarlas al movimiento. Sólo si renacen, de manera revolucionaria, la teoría marxista y el método leninista, las dos bases más importantes, el comunismo será otra vez un factor poderoso en el mundo. Eso significa que será la expresión orgánica, generalizada de las intereses de la clase proletaria que lucha, y será el instrumento que pondrá a la clase a la altura de su misión histórica.

Segunda Parte