EL DRAMA DEL PUEBLO AFGANO


En las montañas de Asia Central se encuentra Afganistán, uno de los países más atrasados del mundo, caracterizado por su diversidad étnica y cultural. A comienzos del siglo XX estaba dirigido por una monarquía feudal que ejercía un poder escaso sobre un conjunto de señores de la guerra y dirigentes étnicos y tribales dueños de la tierra.

En 1973 el rey Mohammed Zahir Shah fue derrocado por Mohammed Daud, quien estableció un régimen republicano. Dicho régimen permitió la actividad del comunista Partido Democrático del Pueblo de Afganistán (PDPA), que tenía su base en la intelectualidad urbana, los estudiantes y algunos oficiales del ejército. Su programa se centraba en la reforma agraria, la liberación de la mujer y la alfabetización de la población a desarrollar por un gobierno de "obreros, campesinos, intelectuales ilustrados y progresistas, artesanos, la pequeña burguesía y los capitalistas nacionales".

La revolución de abril

El gobierno arrestó a casi toda la dirección del PDPA el 26 de abril de 1978. Una semana antes se había llevado a cabo una gigantesca procesión fúnebre por el asesinato de un miembro del partido, y las masas progresistas de Kabul vieron los nuevos arrestos como un intento de aniquilar el PDPA. Un levantamiento militar liberó al líder del partido, Nur Mohammad Taraki. Daud fue derrocado y se proclamó un gobierno revolucionario.

Las dificultades que enfrentaban los líderes de la República Democrática de Afganistán eran complejas porque el PDPA era un pequeño partido de 15 mil militantes. El mismo partido se dividió tras la revolución de abril entre los grupos "Khalq" (pueblo) y "Parcham" (bandera) y se debilitó su posición, influencia y prestigio.

En septiembre de 1979, H. Amin, líder de los "Khalq", dio un golpe de Estado. Taraki fue asesinado y miles de militantes del grupo "Parcham" corrieron la misma suerte, o fueron encarcelados o expulsados del partido, el ejército y el aparato estatal. Algunos se exiliaron. Amin inició una campaña de propaganda negra contra la URSS, a la vez que establecía lazos secretos con la embajada USA, abriéndole las puertas a la instalación de estratégicas bases militares.

El 27 de diciembre de 1979, las fuerzas comunistas organizaron una operación militar que derrocó el régimen de Amin. El nuevo gobierno y el Consejo revolucionario se formaron sobre una base amplia, incluyendo representantes de las antiguas facciones "Parcham" y "Khalq", militares y personas ajenas al partido.

Las reformas progresistas de la Revolución

Los comunistas afganos tomaron medidas para sacar al pueblo del atraso y la miseria. En un primer momento distribuyeron tierra a 250 mil campesinos, liberaron 8 mil presos políticos y declararon la educación universal para ambos sexos. La Revolución canceló las deudas de los trabajadores agrícolas, arrendatarios y pequeños propietarios.

La tasa de mortalidad infantil de menores de 5 años pasó de 380 en 1960 a 300 en 1988; el 80 % de la población urbana accedió a servicios de salud; el 63 % de los niños y niñas realizaron el curso escolar en 1985-87; la esperanza de vida pasó de 33 años en 1960 a 42 en 1988. Se aumentó en un 50 % el número de médicos, se crearon por primera vez jardines de infancia y casas de reposo para los trabajadores. Para 1985 se había logrado un incremento del 80 % en camas de hospital. El gobierno envió brigadas médicas a regiones apartadas.

Centenares de miles de personas fueron alfabetizadas. El régimen revolucionario imprimió textos en los idiomas afganos. El gobierno formó profesores, construyó escuelas e instituyó hogares para huérfanos.

El gobierno comunista se esforzó en sacar a las mujeres del atraso y opresión que sufrían: el analfabetismo femenino se redujo del 98 al 75 % y miles de mujeres dejaron de usar el chador. Entre los primeros decretos del régimen revolucionario estaban la prohibición de la dote de bodas y la libertad de elección para las mujeres en el matrimonio.

Las jóvenes en las ciudades, donde la autoridad del nuevo gobierno era fuerte, podían quitarse el velo, salir en público, ir a la escuela y conseguir trabajo. Fueron organizadas en la Unión de Mujeres Democráticas de Afganistán. Se incorporaron a la producción e integraron los destacamentos populares de defensa de la revolución con las armas en la mano.

Pero la prioridad es la guerra

Las fuerzas reaccionarias afganas tomaron ventaja del analfabetismo de la población, los conflictos internacionales y tribales, el fanatismo religioso y el nacionalismo. El sabotaje de la clase explotadora derrocada profundizó los problemas económicos.

Las fuerzas reaccionarias, encabezadas por los "Hermanos Musulmanes", se unieron a grupos separatistas y nacionalistas, y a la organización maoísta "Shoalee Javid" (Llama Eterna) con base en su común oposición al orden socialista. Cambiaron las formas de lucha, pasando a la actividad armada.

La clase dominante de Estados Unidos apoyó a estas fuerzas reaccionarias, a quienes se conoció como los mujaidines. Su programa era la defensa de la sociedad feudal tradicional, con la protección de los grandes feudos y la defensa violenta de las prácticas de opresión de la mujer. Se organizaron bajo el estandarte de una jihad: una guerra santa para expulsar del mundo musulmán a las tropas extranjeras. Pero la verdad es que a esta jihad moderna la controlaba la Casa Blanca para beneficio de los intereses del imperialismo.

El único país en el área dispuesto a ayudar a la revolución afgana era la Unión Soviética. Ante la magnitud de la injerencia extranjera la URSS decide intervenir militarmente para sostener el gobierno afgano.

Bin Laden llega a Afganistán

En 1978 la CIA instala en Islamabad (Pakistán) un cuartel general encargado de dirigir la guerra y el terrorismo contra el gobierno comunista. El asesor del presidente Carter, Zbigniew Brzezinski, coordina el suministro de armas a los terroristas. El agente de la CIA Louis Dupree dirige los instructores que adiestran a terroristas en 120 campos de entrenamiento creados en Pakistán. La CIA coordina una coalición de gobiernos reaccionarios involucrados en esta guerra contra Afganistán: servicios secretos de la OTAN, Israel, Arabia Saudita y la dictadura pakistaní. La ayuda que reciben las bandas terroristas era de mil millones de dólares anuales, proporcionados en su mayoría por los USA. Esta masa de dinero sirve para crear un fuerte movimiento integrista.

En 1979 Osama Bin Laden colabora estrechamente con la CIA en la guerra sucia. Bin Laden, hijo de un capitalista conectado con la monarquía saudita, pasó dos años llevando fondos a la contrarrevolución. Luego se integra a las filas del Partido Islámico de Gulbudin Hekmatyar. Hekmatyar y sus terroristas se dedican a quemar campesinos, a destruir escuelas y hospitales, puentes y mezquitas. Son teólogo-terroristas que emplean el Islam para recuperar sus tierras y volver a explotar a los campesinos pobres.

El ejército degollador de la CIA

A lo largo de los años 80 se formó en Afganistán un ejército templado en la guerra, de un cuarto de millón de combatientes, bajo la dirección de la CIA. Cuando la CIA y el Directorio de Inteligencia de Pakistán decidieron entrenar a miles de musulmanes de todo el mundo para combatir en Afganistán, Osama bin Laden fue uno de los principales organizadores.

La mano yanqui era patente, especialmente después de marzo de 1985, cuando el presidente Reagan expidió la Directiva de Seguridad Nacional 166, que autorizó un gran chorro de fondos y armas. La guerra afgana contra la URSS fue una operación de billones de dólares, pagada en gran parte por la CIA y la clase dominante saudita. A partir de 1987 entraron a la guerra 65.000 toneladas de armas de Estados Unidos, entre ellas los Stingers que derribaban helicópteros soviéticos. A finales de esa década, los comandantes de los mujaidines se reunían abiertamente con líderes congresionales y con el mismo Ronald Reagan. La prensa los llamaba sin pena "luchadores de la libertad". Recibieron el apoyo de trotskistas y maoístas.

De 1978 a 1986 destruyeron casi 2 mil escuelas y 31 hospitales, saquearon 906 cooperativas campesinas, destruyeron empresas, centrales eléctricas y 41 mil km de líneas de comunicación. Envenenaron a cien adolescentes de 14 a 18 años de un liceo femenino de Kabul. Explotaron bombas en una plaza comercial llena de gente y en un cine cuando se proyectaba una película para niños. Destruyeron aviones civiles de la Afghan Airlines y otras compañías. Más de 200 pasajeros fueron asesinados.

Los USA consiguieron agotar a la URSS en esta guerra de desgaste en la que los integristas mataron a miles de soldados soviéticos. En 1989 el traidor Gorbachov decidió abandonar a su suerte al gobierno comunista retirando el Ejército Rojo sovietico.

El reino del terror (régimen talibán)

La oposición termina en 1992 por derribar el gobierno comunista. Las conquistas sociales son liquidadas y el país pasa a una guerra civil entre los jefes tribales. La CIA, el régimen saudí y el general pakistaní Nasrullah Babar forman un grupo integrista aún más fanático y brutal, el movimiento Talibán que empezó la paulatina conquista del país, con la promesa de depurarlo según sus preceptos religiosos. En poco tiempo la artillería talibán descargaba sus baterías a las puertas de Kabul y acababa ocupándola en septiembre de 1996.

Los talibanes hacen saber mediante dos gestos lo que va a ser su política: arrastran por las calles de Kabul y cuelgan al último presidente comunista, Najibullah, y ordenan a las mujeres a cubrirse con el chador. En virtud de un orden supuestamente basado en la Sharia, ley religiosa del Corán, el gobierno afgano de los talibanes impuso el reino del terror. Las mujeres no tienen derecho a estudiar, ni trabajar; deben bajar la cabeza y caminar varios pasos detrás del hombre.

Se obliga a los hombres el uso de la barba y del turbante. Los residentes son obligados a rezar. Se prevé la amputación de manos y pies a los ladrones y la muerte por lapidación a los adúlteros. Los cirujanos tienen prohibido operar a pacientes del sexo opuesto.

Hombres y mujeres deben viajar por separado en el transporte público. Las mujeres tampoco pueden usar los baños públicos. A la prensa le está prohibido fotografiar a las mujeres. Está también prohibido remontar barriletes, jugar al fútbol y ver videos.

El pueblo afgano tuvo una oportunidad de obtener un desarrollo pacífico y construir una sociedad más justa. La única ayuda que recibieron de Occidente fue las armas de los bandidos integristas, después las lágrimas de cocodrilo de algunas feministas pequeñoburguesas, los misiles de Clinton y hoy una nueva agresión contra el régimen que los propios occidentales contribuyeron a instalar. Pobre pueblo. Nuestro recuerdo para sus valientes hijos comunistas y patriotas.