¿Opinión pública o concienciación abertzale?
por Iñaki Gil de San Vicente
Las reflexiones y propuestas que siguen son producto del típico vicio de preguntar sobre las causas de las causas.
Originariamente la primera cuestión era la de qué postura debíamos tomar frente a los medios de prensa del enemigo. Todas nuestras buenas intenciones y largos monólogos en las reuniones se empantanaban de inmediato nada más enfrentarse a la cruda práctica.
Esta cuestión se iba agudizando según aumentaba la beligerancia de la prensa contra el Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) en todos los aspectos, por pasiva o por activa, indirecta o directamente. El cerco a Egin y el silencio de los medios; las torturas, palizas y la situación global de los prisioneros; la manipulación y mentira de todo lo que no interesa al Pacto, etc. ¿Para qué seguir?
Vino después el problema de qué y cómo decir sobre la Ertzaintza y muy especialmente tras lo de buruandi. Se sumó luego el saqueo de Egin, etc.
Conforme estudiábamos la propaganda legitimadora de la Ertzaintza, según pretendíamos analizar los vericuetos internos de sus mecanismos justificatorios, y por tanto acceder desde ahí a los instrumentos concienciadores y desmitificadores, en este buceo nos sorprendía cada vez más la doble tensión que mina todas nuestras concepciones al uso.
Por un lado, tensión entre la unitariedad teórica del problema en sí, el hecho de que el problema psicopolítico de aceptación del poder es global, y entre su ramificación, pues se diversifica como las ramas de un árbol. Por otro lado, tensión entre la necesidad lógica de una denuncia unitaria correspondiente a esa globalidad, y entre el necesario respeto a los grados diferentes de sensibilidad existentes entre nosotros y en nuestra sociedad.
Doble tensión que escapa a la fácil consigna de «batalla por la opinión pública». Precisamente, es en este campo, en el de la llamada «opinión pública» en donde el enemigo centra el grueso de su ataque inmediato y es en el frente de la estructura psíquica de masas, de la psicopolítica, si se le quiere denominar así, en donde plantea su ataque a medio y largo plazo.
Cualquier respuesta nuestra en el campo de los medios de comunicación, de la propaganda, del debate político, de las alternativas, de las denuncias y desmitificaciones, y especialmente de la legitimación de la lucha armada, que busque sólo «ganar a la opinión pública», por muy urgente y prioritario tácticamente que sea, es de hecho pan para hoy y hambre para mañana.
Hablamos de problema psicopolítico, algo mucho más profundo y decisorio que la simple «opinión pública», cosa que existe efectivamente pero que debemos colocar en su justo sitio. Hablamos de estructura psíquica de masas como punto central y decisorio de todo problema comunicacional, de opinión pública.
Las páginas que siguen sorprenderán tal vez a algunas personas debido a que buscan otras brechas de entrada en el problema, al margen de los criterios tradicionales utilizados por nosotros y que se basan en un ramplón democraticismo. Lamentamos que el texto haya resultado tan corto para un tema tan extenso. Un tema tan extenso, hay que decirlo, como la realidad misma.
Es la certidumbre teórica y práctica de que la comunicación es y afecta a la realidad misma, la que nos lleva a insistir en la necesidad de unir siempre comunicación con concienciación. Puede sonar algo manido, un tópico de principiante si se quiere pero por eso mismo es algo que se olvida con peligrosa facilidad.
La tesis que se defiende en este texto es que nuestra capacidad de comunicación concienciadora es inferior a las potencialidades que poseemos. Muy inferior. Somos más de lo que comunicamos. No es verdad que comuniquemos lo que somos, sino sólo una parte de lo que somos.
Nuestros errores, la distorsión y la falsificación que introduce el Pacto más las nuevas exigencias sociales que van por delante de nuestra capacidad, estos tres factores son los causantes de que infrautilicemos nuestras potencialidades. Lo grave es que esa infrautilización se produce en momentos de tránsito, de interrogación social, de demanda de respuestas y perspectivas.
Todo el texto y sus propuestas prácticas está surcado por una intención clara, que no es pesimista sino precavida: pensar como si se cumpliera la peor de las hipótesis posibles: la desaparición de Egin o, en todo caso, como si se cumpliera la segunda peor hipótesis posible, la reducción del periódico a un cuadernillo panfletario, resistente, una especie de libro de órdenes de guerra para el combate diario. Sabemos que hay otras hipótesis, pero por simple rigor político insistimos al lector para que active las neuras de la precaución.
Se ha buscado ofrecer al lector tres posibilidades: una, la lectura completa del texto como sería lógico; otra, la lectura de las conclusiones de cada capítulo y del resumen final y la última, la lectura del resumen. No perdemos la esperanza de que alguien lea el texto entero, probablemente quien se juega y lo da todo en esta lucha.
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¿Opinión pública o concienciación abertzale?
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